Conciencia Ambiental- Agroecología: “más que una buena práctica”

Por Robert Lizarraga

La creciente demanda social aboga por el fin del modelo de producción industrial basado en insumos externos que conlleva graves consecuencias económicas, ambientales y sociales, a la vez se promueve la urgente necesidad de una transición hacia modelos de producción agroecológicos, respetuosos de la biodiversidad y del ambiente, socialmente beneficioso y económicamente justos.

A pesar de esto, hay quienes sostienen que la Agroecología no es una buena práctica agrícola.


Entrar en definiciones y disquisiciones suele ser un gran dolor de cabeza y se entra en el riesgo de dar aproximaciones incompletas, sesgadas, parciales, que no terminan de contentar a nadie. A pesar de ello los términos existen y nos demandan que pensemos en ellos, en su razón de ser, en lo que representan y nos quieren decir; existen, no se los puede negar, y tampoco confundir.

Reducir la Agroecología a una buena práctica agrícola y de manejo puede, en el mejor de los casos, puede ser una obra del desconocimiento, cuanto no una forma de ocultar y negar que existen otras formas de hacer agricultura a la forma dominante en que se realiza habitualmente y que se enseña e investiga en la mayoría de las aulas de las facultades de agronomía del país.

Existen tantas formas de practicar y hacer agriculturas como culturas y subculturas existen en el mundo. Que no las conozcamos, investiguemos, enseñemos o practiquemos es harina de otro costal.


La agroecología es definida por la FAO (Naciones Unidas) como una conjunción de disciplina científica, prácticas y como movimiento social. No es ninguno de estos elementos por sí solo aislado, tampoco es la suma de los mismos, y tampoco son los elementos exclusivos que pueden definirla, ya que en la agroecología también están sintetizados valores y principios muy fuertes como pueden ser el respeto a la diversidad biológica y cultural, la producción y comercio justo, la necesidad de una economía donde quepamos todos, entre otras.


La agroecología es la emergente de la demanda social que clama por una agricultura que no destruya los equilibrios ecológicos, que no sea dañina para la salud de las personas, que no produzca, reproduzca y amplifique las desigualdades sociales, que no nos haga cada vez más dependientes como sociedad de las divisas, de los insumos, del petróleo, que no condene el porvenir de la niñez del presente y futuro.

A pesar de no contar con recursos económicos ni apoyos oficiales se fue desarrollando y continúa haciéndolo como alternativa al modelo socio ambiental-productivo y económico que domina actualmente.


Si se empieza a hablar de las buenas prácticas es porque cada día tenemos mayores conocimientos y evidencias imposibles de ocultar de las graves consecuencias que tiene el actual modelo productivo en todas las facetas posibles: ambientales, sociales, económicas y productivas.

Sin embargo, en tiempos de pandemia es insoslayable no pensar en términos de salud. Los cientos de grupos y colectivos de madres y pueblos fumigados existentes en el país no son más que el reflejo de que la actual forma de producir es incompatible con la vida.


Está claro que nadie que aplique agroquímicos tiene realmente la intención de hacerse mal ni de provocar el mal en los demás. Pero no se trata de intenciones, se trata de repensar y recrear nuestra forma de hacer las cosas a la luz de las evidencias o de la falta de ellas.

Todas las personas realizamos actos que pocas veces nos cuestionamos porque son culturalmente aprendidos e internalizados de la forma en que nos fueron enseñados. Sin embargo, hoy nos parecen aberrantes muchas cosas que sucedieron o que estaban naturalizadas en el pasado y no entendemos cómo ni por qué sucedían así.

La discusión planteada es en qué momento naturalizamos que la única forma de producir es y debe ser como la hacemos ahora de manera mayoritaria. ¿Acaso liberar millones de litros de insecticidas, que mata los insectos, fungicidas que mata los hongos, herbicidas, que matan las plantas, en millones de hectáreas, donde viven miles de personas y miles de otros seres vivos, son Buenas Prácticas Agrícolas?

Como lo mencionamos, aunque necesarias, las buenas intenciones muchas veces suelen no ser suficientes para disminuir los daños, por eso es hora de repensar las prácticas para un mejor porvenir de la humanidad.


Por Robert Lizarraga
Fuente: Biodiversidad en América Latina