La intensificación de lo incierto en tiempos de cuarentena

                                 Por  Jesica Corredera, Lic. en Psicología

 La irrupción de la pandemia y las consecuentes medidas de restricción nos enfrentaron a la necesidad de desarrollar nuevas estrategias a la hora de afrontar este proceso que produjo un cambio sustancial en la vida cotidiana de todos.

Como era de esperar este encierro obligado fue generando distintas reacciones emocionales, ninguno de nosotros teníamos herramientas para afrontar esta situación desconocida.

Uno de los síntomas de la reclusión puede ser la claustrofobia: el ahogo, los trastornos respiratorios, que son signos de ansiedad y angustia, se intensifica lo incierto, nuestras certezas se esfuman y al no poder prever lo que va a ocurrir, duele soportar la espera.

En las condiciones actuales estamos todos fragilizados, pero tenemos la posibilidad de revalorizar el espacio familiar y reencontrarnos con nuestra fuerza interior, intuición y creatividad para contenernos a nosotros y a nuestros familiares.

Recordemos que hay una emocionalidad circulando en todos, en la sociedad y que muchas veces es necesario hablarla, porque lo que sentimos es importante.No debemos olvidar mostrar que hay maneras de defendernos y triunfar porque sin esta comunicación esperanzadora nuestro aislamiento puede significar una mayor angustia.

No existe un manual que diga cómo podemos hacer las cosas mejor desde casa, lugar donde estamos todo el día y donde pensamos y repensamos cómo estar con nuestros hijos, niños y jóvenes o a distancia con nuestros padres, o con nuestro trabajo, cumpliendo al mismo tiempo la misión de cuidar y sostener a los otros y a nosotros mismos.

Recordemos que el niño pequeño precisa un poco de magia para concebir salidas a las situaciones y que evolutivamente teme la muerte de sus seres queridos. El niño cuasi púber necesita de una lógica concreta que incluya la emocionalidad en el amplio arco que va desde el amor al odio, pasando por el miedo, la vergüenza y la furia.

En cuanto a los adolescentes viven y piensan de manera omnipotente, tipo “a mí no me va a pasar” lo cual los pone en riesgo. Con las características evolutivas no podemos pelear, pero si hacer uso de las mismas para trabajar en este momento con ellos. Espadas y lugares encantados pueden inspirar cuentos para que los niños escuchen, participen e inventen otros.

Y a los púberes y jóvenes pedirles que plasmen en videos, dibujos, historietas y otras formas artísticas, lo que sienten y piensan en estos momentos y que lo compartan con aquellos que están a distancia.

Toda forma de representación sea dibujo, juego, palabra, video, imitación o símbolo acerca de lo que se ha entendido de la información recibida y el aporte de cómo la sociedad puede defenderse, es el comienzo de un camino donde el cuidado de la vida tiene un sentido para el futuro.

Si bien es obviamente legítimo el deseo de cada uno de estar vivo, en el mejor de los casos de manera creativa y solidaria; el virus nos advierte sobre la toma de conciencia del riesgo de contagiarse de un otro. Pero simultáneamente nos obliga a tomar consciencia que cada uno depende del otro para una prevención responsable.  No nos podemos proteger individualmente, nadie subsiste individualmente más allá de los medios que disponga.

Sin la solidaridad responsable que implica que cuidarse a sí mismo es imposible si no cuidamos simultáneamente al otro. Y dado que de solidaridad se trata, es destacable la tarea de todo el personal sanitario que está luchando para protegernos de esta pandemia, como a todos aquellos que ocupando lugares que son esenciales a la sobrevida de una población asumen su trabajo exponiéndose en mayor grado.

Para finalizar la recomendación es que, si alguien siente que no puede manejar la angustia o la tristeza, solicite ayuda.

Lic. en Psicología  Jesica Corredera, Mat 668