Para el mercado la divisa norteamericana sigue atrasada y esta semana continuará su camino hasta la banda superior de flotación impuesta por el Banco Central.
El dólar emprendió el camino a la banda superior de flotación. Esa tendencia puede acentuarse esta semana y no parece desagradarle al Banco Central que en la licitación del viernes de Letras de Liquidez eligió bajar las tasas 0,26 puntos a 61,75% y liberar casi $ 50 mil millones que, obvio, no van a ir en su totalidad a plazos fijos, sino que una buena parte se transformará en dólares.
La pregunta es quién venderá los dólares y qué precio pedirá porque la resurrección del viernes fue muy fuerte: subió $ 1,21 a $ 37,70 en la plaza mayorista y con un buen monto de negocios. En una semana, el dólar subió tanto como el plazo fijo en un mes.
En bancos y casas de cambio, el dólar subió el viernes $ 1,08 a $ 38,51.
El mercado, aún a estos valores, piensa que el dólar está atrasado. A fin de año hay quienes lo ubican en $ 43 y están los que ubican en el máximo de la banda de $ 47.
El tema es que no supere la banda y eso es algo que se puede lograr sin complicaciones, lo que evitará que el Banco Central tenga que intervenir en la plaza. Por otra parte, el mercado ha hecho sus ajustes pensando más en la tasa de interés que en el valor del dólar.
Al empresario le duele más una tasa de interés activa, es decir la que le cobran por un crédito, de 5,5% mensual que un dólar que suba de acá a fin de año 16% y se estabilice en ese nivel. Esa suba, para recuperar el atraso cambiario, equivale a dos meses y medio de tasa. Pero si le sube el dólar y le baja la tasa, el empresario compensa costos y la exportación se ve beneficiada. Además, el empresario trabaja con la hipótesis de un dólar a algo más de $ 40. Sabe que a $ 37 es imposible operar y que cuando deba renovar los insumos, el dólar va a estar por encima de ese valor. Por eso es más fácil mantener la estabilidad cambiaria en las alturas que en el piso de la banda de flotación.
No hay que olvidar que la Argentina, desde que se implementó el cepo monetario, ha vuelto a ser cara en dólares.
El país padece de inflación por costos y hoy son más importantes en ese costo la tasa de interés y los impuestos. El dólar alto es consecuencia de esas dos variables porque para que la Argentina sea competitiva debe estar en un nivel «recontra alto», como dijo en los ’90 un ministro.
Por eso no debe sorprender que a partir de esta semana comience una escalada de la divisa en busca de la banda superior del dólar. Pensar en un desmadre no está en la hipótesis de ninguna consultora.
Además, el exterior trae vientos desfavorables. La caída del petróleo, más el aumento de los bonos del Tesoro, el fortalecimiento del dólar contra las demás monedas y la suba de tasas de interés por parte de la Reserva Federal en diciembre, ponen presión sobre las monedas de países emergentes que están condenadas a ser devaluadas frente a la divisa de Estados Unidos.
Y aunque parezca una paradoja, lo que puede atenuar estos cambios desfavorables del mundo, puede ser lo que ocurra en la Argentina, el país emergente más volátil. La burla del destino es porque desde el país pueden salir señales positivas si se produce el encuentro entre Donald Trump y su par chino Xi Jinping para atenuar la guerra comercial que está volteando la actividad económica en el mundo. El planeta estará pendiente de esta reunión.
Por ahora, Wall Street expresa pesimismo y, en estas condiciones, ve que sus acciones están sobrevaluadas. De hecho, el VIX, también llamado «índice del miedo» porque mide la volatilidad del mercado norteamericano está cerca de 22 puntos, la zona de alerta amarilla. Pasado los 30 puntos hay alerta naranja y empiezan los cambios de cartera y la búsqueda de refugios más seguros para el dinero.
El otro problema de la Argentina es el riesgo país. Las elecciones de octubre son el gran obstáculo para que los bonos que vencen más allá de 2019, atraigan a los compradores. Por eso, con el riesgo cerca de 700 puntos, la Argentina está a merced del FMI, que es el único prestamista con el que puede contar.
Las herramientas para salir de la crisis son muy limitadas y otra vez se depende de una buena cosecha, de buenos precios internacionales y una paridad cambiaria adelantada.
Los balances empresarios cierran el camino de los inversores a la Bolsa. Las pérdidas son demasiado grandes como para pensar en invertir en acciones.
Por otra parte, hay en la plaza más de $ 100 mil millones flotando que están evaluando pasarse a dólares. No quieren tener las carteras extremadamente pesificadas a pesar de tasas de 5% mensual que pagan algunos bonos y tasas de 4,5% mensual en plazos fijos. De hecho, el dólar en la semana subió 4,87, y les quitó a los ahorristas las ganancias que pensaban tener en noviembre.
Los fondos de plazo fijo son los mayores tenedores de estos depósitos y los inversores los pueden retirar cuando quieren porque no están sometidos a plazos.
Las grandes empresas son el otro soporte. Lo cierto es que la última licitación de Letras de Liquidez, mostró que los plazos fijos no se renuevan íntegramente y que ahorristas y grandes inversores comenzaron a dolarizarse. Al principio de semana, lo hicieron de manera tímida. El último día, la suba no dejó dudas sobre lo que piensa el mercado.
El fin del «carry-trade» (ahorrar en pesos y pasar la ganancia a dólares) llegó a su fin.
Por Luis Beldi. Fuente: Infobae