En la historia del pensamiento y la formación de la ciencia, nunca ha existido una confluencia más rica en diversidad de actores y tendencias como en la agroecología, cuyos preceptos y principios están siendo probados en la transformación de fincas, territorios y comunidades completas, como una respuesta dialéctica a los graves problemas que actualmente enfrenta el planeta, el cambio climático y el abastecimiento alimentario.
En este contexto de crisis la agroecología cobra más sentido y obliga a repensar el diseño y el rol que juegan los sistemas productivos para enfrentar, resolver o adaptarse a esta nueva realidad que vive la especie humana.
En ese conglomerado de ideas hay quienes sostienen que la agroecología no podría ser, si no está sustentada por una fuerte base científica, otros que la única forma de sostenerla es desde el movimiento campesino. Los consumidores, por su parte, creen firmemente que el desarrollo de la agroecología se encuentra en sus manos porque son el motor de la economía.
Además, esta confluencia de actores es atravesada por las múltiples tendencias mundiales, como los ecologistas, los vegetarianos y veganos, los conservacionistas, los capitalistas, progresistas y comunistas, entre otros, cuya discusión enriquece aún más la propuesta, donde siguen surgiendo más preguntas que respuestas.
Entonces el eslogan toma más protagonismo e invita a profundizar en la discusión entre todas las vertientes de la agroecología, cada una desde sus experiencias particulares, pero que solo en conjunto han logrado colocarla en los más altos niveles de discusión en el planeta. Uno de los temas más álgidos es si la agroecología es una ciencia o una corriente política, pero muchas voces afirman que es las dos cosas.
Cuando hablamos de la ciencia empezamos por la incidencia que la agroecología ha logrado en muchas universidades del mundo. Las mismas que han permitido superar los viejos enfoques de las ciencias agropecuarias tradicionales que simplificaron la agricultura y disminuyeron los procesos naturales a simples recetas nutricionales. Además, se ha logrado profundizar en el conocimiento de la complejidad de los agro ecosistemas para poder transformarlos a favor del ser humano y la naturaleza.
Cuando hablamos de la práctica, entendemos que la agroecología no se creó en las oficinas de las multinacionales, ni se diseñó bajo la tutela de los sabios científicos con intereses particulares. Fue diseñada a lo largo de la historia de las familias campesinas, que en una suerte de prueba y error iban entendiendo el manejo de cada ecosistema donde habitaban.
Cada práctica que funcionaba era transmitida, la selección de la semilla, las distancias de siembra, la asociación de los cultivos, el manejo de la sombra, del agua, del viento, el control de las plagas y las enfermedades en torno al entendimiento de la diversidad, entre otros conocimientos.
Esa sabiduría campesina, alguna vez maltratada, ahora es la base del conocimiento científico, que propone las vías claras para enfrentar los graves problemas de la humanidad. El reconocimiento de la sabiduría ancestral no merma el conocimiento científico, más bien lo potencia.
Ahora el mundo ha tenido que regresar la mirada, hacia aquellos que, algún día, fueron menospreciados y rescatar información valiosa para hacer frente a los actuales desafíos que vivimos como seres humanos.
Por Robert Lizarraga
Fuentes: leisa