Por Norberto Asquini
Cerraron las listas en La Pampa para las próximas elecciones del 14 de mayo, y hubo sorpresas. Sobre todo si comparamos el escenario actual con el que se vislumbraba no hace mucho tiempo atrás. Si nos retrotraemos a los primeros meses del año, cuando estaba fresco el golpe electoral de 2021 y el triunfo de Juntos por el Cambio, el peronismo pampeano sufrió por entonces momentos de preocupación, mientras la oposición se envalentonaba subida al carro del triunfo.
Ahora, a días de comenzar 2023 y con las listas presentadas, y no tanto porque algunos se tomaron más de lo debido para hacerlo, la situación no pudo haber cambiado tanto. El peronismo logró corregir el rumbo y afrontar con optimismo el próximo turno electoral, y la oposición se hunde en una interna.
El adelantamiento de las elecciones provinciales, el famoso desdoblamiento, transformó todo el escenario político. El peronismo logró alejar la fecha de la votación local de las nacionales para evitar que la crisis económica y política del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner terminara afectando el resultado. Y esta decisión se convirtió en una “trampa” para la oposición que tuvo que acomodar sus diferencias internas en solo semanas, además de aplacar su intención de nacionalizar la campaña.
El imperio del orden
En una columna anterior habíamos hablado del orden y la lapicera en el peronismo pampeano, o de cómo los dueños de la lapicera lograron encolumnar a todos. Quienes lideran al PJ, el conductor político de la Plural, Carlos Verna, y el gobernador Sergio Ziliotto, acordaron la estrategia y después los espacios que le corresponden a las distintas líneas. Primó la unidad, y casi no hubo quejas o heridos por las decisiones que se tomaron. Tampoco había margen con todo lo que se juega. Se resolvió así la nueva configuración del peronismo que viene con un fuerte componente Plural y se definió candidaturas a intendente competitivas en los puntos donde más debilitado estaba el peronismo. No significa que todo sea color de rosa, pero ahora el ánimo es otro.
El problema lo tuvo la oposición, o al menos uno de los dos socios principales de Juntos por el Cambio. El PRO fue todo orden, casi con una eficiencia técnica. A nivel nacional Horacio Rodríguez Larreta quiso que en La Pampa el PRO compitiera por el lugar que considera ganado, y con un candidato en ascenso: Martín Maquieyra. Pocos creían que llegaría a postularse a la gobernación y adelantaban que solo era un amague, pensando en negociar. Hubo que tomarlo en serio: se sacó de encima a los sectores disidentes, acordó listas en los pueblos para evitar que las internas movilizaran al radicalismo y cuenta con el apoyo del PRO nacional y sus recursos. A diferencia de muchos dirigentes radicales, hay una estrategia y vocación de poder.
La UCR y el desconcierto
La contracara fue el radicalismo. Sus dirigentes intentaron, sin mucho diálogo previo, acordar una lista de “unidad” que enfrentara al PRO (o al menos lo sentara a negociar) y sostener un candidato a gobernador de la UCR. Pero todo lo que no se tenía que hacer, se hizo.
Como indicó uno de los dirigentes consultados que estuvo en las negociaciones, hubo irresponsabilidades y errores compartidos por todos los sectores. Se podría dar nombres y hechos, pero se pecaría de parcial: todos hicieron su parte para que si el acuerdo tenía que salir mal, saliera mal. Las charlas a contrarreloj se convirtieron en horas de desconcierto, situación que todavía prevalece. Las dirigentes pensaron más en conseguir cargos legislativos (y no solo legislativos) que en intentar ganar la provincia. Algunos que habían anunciado sus candidaturas a gobernador se bajaron dejando un vacío de poder, hasta con enojos de capricho. La tradición, y el gusto, por la “rosca radical”, dejó de ser una cuestión folclórica para convertirse en un proceso bochornoso, polémico, escandaloso y se pueden agregar varios adjetivos más. Fue el cierre más desprolijo de la historia de la UCR pampeana.
Así, se terminó presentando una fórmula con el único que quiso ser candidato, Martín Berhongaray, que al ser la cara visible, es hacia quien apuntan las críticas. La situación siguió en caída libre: hubo enojos por la incorporación o por la baja de nombres en la lista de diputados, renunció la vicegobernadora y, molesto, Berhongaray no firmó la aceptación al cargo. Horas después, con los plazos vencidos, se volvió a subir como candidato, sacando y colocando postulantes en la boleta legislativa, y se incorporó una nueva postulante a la vicegobernación. Algo que se puede objetar desde lo legal, pero que se resolverá políticamente.
Para el radicalismo, es buena su fórmula y es competitiva tanto en Santa Rosa como en General Pico, lo que no pasa con los candidatos locales del PRO. Hay quienes piensan, dicen en el PRO, que Berhongaray podría ser el artífice de la unidad de la oposición cediendo su lugar y logrando una lista de consenso. Esto dejaría a la UCR bien parada, evitando más escándalo y manteniendo su peso en JxC.
Un partido sin liderazgos
La UCR dejó así en evidencia que tiene un gran problema que lo está afectando internamente y que tendrá consecuencias a futuro: la falta de liderazgo. Tiene referentes, pero hacia adentro sus filas están fragmentadas. Sus principales dirigentes no tienen el suficiente capital político y electoral para imponerse al resto (Marino, Kroneberger). Al interior de los sectores se da además el roce entre el final del ciclo de algunos dirigentes con la emergencia de otros (Torroba, Sabarots). Y se agrega la parcelación del poder en localidades y sectores (General Pico, la juventud, las mujeres). Se da en los hechos una situación de empate interno que afecta cualquier decisión colectiva.
El 29 de diciembre, en momentos en que se esté cerrando un año complejo y complicado que solo el Mundial y la copa lograron cambiarle la cara, se verá cómo queda la interna en Juntos por el Cambio y se empezará a analizar cómo afrontará las elecciones de mayo con tantas heridas abiertas. Mientras tanto, el peronismo espera tranquilo 2023, aunque se alista con todo para los tiempos electorales. Quien lo hubiera pensado unos meses atrás.