Tras el bombardeo de Estados Unidos a tres instalaciones nucleares en Irán, el presidente argentino Javier Milei expresó su firme respaldo a la ofensiva liderada por Donald Trump y reafirmó el alineamiento estratégico de Argentina con la Casa Blanca y el gobierno de Benjamin Netanyahu.
La postura del mandatario se hizo visible a través de sus redes sociales, donde reposteó mensajes del ministro de Defensa, Luis Petri, y del vocero presidencial, Manuel Adorni. “Fuimos víctimas del terror de Irán y lo pagamos con sangre de inocentes. Gracias Presidente @JMilei. ¡Estamos del lado correcto de la historia!”, escribió Petri, en alusión a los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel en Buenos Aires.
Aunque no hubo un comunicado oficial de la Oficina del Presidente ni de la Cancillería, Milei replicó múltiples mensajes que celebraban la acción militar estadounidense y el rol de Israel en la región. Entre ellos, destacó uno de la diputada Sabrina Ajmechet, quien afirmó que “gracias a Israel y a Estados Unidos, el mundo es un lugar más seguro”, y otro del legislador libertario Agustín Romo, que sostuvo que Argentina “está del lado correcto y del lado ganador”.
En una entrevista reciente, Milei había calificado a Irán como “una teocracia que quiere exterminar a la única democracia libre de Medio Oriente” y defendió el accionar israelí como una forma de “salvar la cultura occidental”.

El respaldo argentino fue agradecido por la Embajada de Israel en Buenos Aires, que valoró el “firme apoyo” del presidente Milei y destacó la “profunda amistad entre nuestras naciones”.
La ofensiva estadounidense, que destruyó las centrales de Fordow, Natanz e Isfahan, fue presentada por Trump como un golpe decisivo para frenar el programa nuclear iraní. En paralelo, desde Teherán se multiplicaron las amenazas, incluyendo declaraciones contra el argentino Rafael Grossi, director del Organismo Internacional de Energía Atómica, a quien sectores del régimen responsabilizan por sus advertencias previas al ataque.
El episodio marca un nuevo capítulo en la política exterior del gobierno argentino, que consolida su alineamiento con Washington y Tel Aviv en un contexto de creciente tensión en Medio Oriente.