En un giro dramático en la creciente tensión entre Irán e Israel, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, confirmó que su país lanzó un ataque aéreo contra tres instalaciones nucleares clave del régimen iraní: Fordow, Natanz e Isfahan. La ofensiva, ejecutada con lo que Trump describió como una “carga completa de bombas”, marca la primera intervención militar directa de EE. UU. en el conflicto regional.
“Todos los aviones se encuentran ahora fuera del espacio aéreo iraní y regresan sanos y salvos a casa. ¡Ahora es el momento de la paz!”, escribió el mandatario en su cuenta de Truth Social. Aunque aún no se ha confirmado el nivel de destrucción, los sitios atacados son considerados pilares del programa de enriquecimiento de uranio iraní, lo que podría significar un retroceso de años en su desarrollo atómico.
La operación se produce tras semanas de presión por parte del gobierno israelí, que venía solicitando apoyo estadounidense para neutralizar objetivos estratégicos en territorio iraní. El uso de bombarderos B-2, capaces de transportar bombas antibúnker GBU-57, sugiere que el ataque fue diseñado para penetrar instalaciones subterráneas altamente protegidas.
Desde Teherán, la respuesta no se hizo esperar. El viceministro de Asuntos Exteriores, Saeed Khatibzadeh, advirtió que la participación de EE. UU. “desatará un infierno para toda la región” y acusó a Washington de empujar al mundo hacia una guerra abierta. En respaldo a Irán, los rebeldes hutíes de Yemen amenazaron con atacar buques estadounidenses en el Mar Rojo si continúan las agresiones.
La comunidad internacional observa con preocupación esta escalada, mientras se aguarda un discurso oficial de Trump desde la Casa Blanca. El Consejo de Seguridad de la ONU ha sido convocado de urgencia ante el riesgo de una expansión del conflicto.
La situación en Medio Oriente entra así en una fase crítica, con consecuencias imprevisibles para la estabilidad global.
