Por Robert Lizarraga
El 8 de marzo es reconocido internacionalmente como el Día de la Mujer, es un día para reflexionar sobre cómo avanzar hacia a una sociedad igualitaria. Porque para terminar con la desigualdad es necesario terminar con un sistema que se nutre de ella. Si bien en su momento el cambio fue encabezado solo por mujeres obreras, hoy es una fecha que impulsa a la reflexión sobre diversas cuestiones que atraviesan a la sociedad y que tienen a la mujer como protagonista.
En Argentina, la realidad es que cada hora una mujer sufre violencia física, cada día tres mujeres son abusadas sexualmente, cada 36 horas hay un femicidio. Además, según las frías estadísticas, las mujeres representan el 90 % de las víctimas de las redes de trata, el 70 % de la población analfabeta a nivel mundial y cobran salarios que son un 30 % menores que los que cobran los hombres.
Está muy claro que no hay razón para festejar, cuando en todo el mundo las mujeres ven cómo se violan sus derechos por leyes y costumbres hechas a la medida del hombre. No importa hacia qué país miremos: en todo el mundo existe un sistema patriarcal donde los hombres dominan a las mujeres, y esto se fundamenta entre otros por motivos culturales o religiosos.
Estos imaginarios sociales actúan en los varones y las mujeres involucrados, pero también en las instituciones actuantes frente a los delitos, y en el sentido común de los agentes de seguridad y Justicia y de los comunicadores sociales. Operan de tal modo que hacen factibles, no sólo los delitos de violencia de género, sino también su impunidad y, en consecuencia, su reproducción e incremento.
Nuestra tarea decisiva consiste en desarticular las múltiples y a veces contrapuestas formas de legitimación ancladas en nuestra sociedad. La ideología patriarcal está tan firmemente interiorizada, sus modos de socialización son tan perfectos que la fuerte coacción estructural en que se desarrolla la vida de las mujeres, violencia incluida, presenta para buena parte de ellas la imagen misma del comportamiento libremente deseado y elegido.
Debemos reflexionar en la compleja lucha por captar adecuadamente las muy diversas formas de legitimación de la desigualdad sexual y contrarrestarlas desde la creación de nuevos discursos de legitimación social.
«No hay barrera, cerradura o cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente» Virginia Woolf
Fuente: vocesvisibles.com