Cada vez con mayor frecuencia los parques y jardines infantiles se convierten en monótonos paisajes de asfalto y grava. Los oasis de juegos al aire libre se pierden bajo la primicia de los juegos en casa y la tecnología, sin embargo, un grupo de expertos finlandeses demostraron que no hay nada mejor para el sistema inmune de los niños que una buena dosis de microbios de la tierra.
La hipótesis de la biodiversidad sugiere que en ausencia de una microbiota ambiental diversa, las personas tienen mayor probabilidad de contraer enfermedades, dicha hipótesis es más relevante en el caso de los niños.
Todo indica que, durante las primeras etapas de la vida, los microbios de la tierra y el entorno funcionan como los tutores del desarrollo del sistema inmunológico. Al tener contacto con la tierra y otros elementos, nuestro sistema puede descifrar qué es peligroso y qué no lo es.
Cuando los niños permanecen encerrados, bañados en gel antibacterial o jabones desinfectantes, el organismo no tiene la exposición necesaria para fabricar el escudo básico del cuerpo. Y la verdad es que al recluirlos en apartamentos o delante de una consola, no hay muchas posibilidades de desarrollar esa resistencia tan necesaria para el organismo.
Los sistemas inmunológicos, así como nuestra propia existencia, están determinados por el entorno, somos descendientes de organismos que alguna vez estuvieron rondando la Tierra. Por eso es tan importante que, durante los primeros años, las células del cuerpo tengan la posibilidad de distinguir las oportunidades y peligros del ambiente.
No es una coincidencia que las alergias y trastornos crónicos como el asma o la diabetes sean más comunes hoy en día. La causa es que ya no hay tantas zonas naturales para explorar el límite del sistema inmune, además de que cada vez estamos más desconectados de los juegos al aire libre.
Los beneficios de los espacios verdes parecen ir más allá de nuestros sistemas inmunológicos. Diversas investigaciones demuestran que salir al exterior también es bueno para la vista de un niño y es beneficioso para su salud mental, algunos estudios recientes incluso han demostrado que los espacios verdes están relacionados con cambios estructurales en el cerebro de los niños.
Pero la verdad es que tampoco estamos tan incómodos con esa situación, el modo de vida moderno nos ha permitido acomodarnos sin problemas a los efectos secundarios que puede provocar la falta de naturaleza en el ser humano.
La sociedad se ha acostumbrado a vivir en desiertos de microbiodiversidad. Perdimos la exposición a una variedad de insectos y criaturas microscópicas inofensivas que sirven para desarrollar nuestro escudo inmunológico. Por ende, el sistema inmune de los niños y también el de los adultos se altera con el mínimo encuentro con lo natural.
Lo cierto es que cada vez es más difícil pasar tiempo en la naturaleza. Pero las oportunidades de cambiar este panorama son realmente altas y depende de nosotros hacerlo, por esa razón, incorporar espacios de suelo natural es la solución.
El objetivo es crear niños que tengan una comunidad diversa de bacterias amigables y microbios que pueden ayudarlos a enfrentar las enfermedades. Podemos ajustar el sistema inmune de los niños ofreciéndoles áreas naturales de juego. Dejemos que los niños jueguen en la tierra, que se ensucien y desarrollen una salud equilibrada mientras conviven con la diversidad natural.
Por Robert Lizárraga
Fuente: ecoosfera.com