La producción agropecuaria que excluye el uso de agrotóxicos y semillas transgénicas, fomentando la interrelación de la siembra y la ganadería sin perder de vista el respeto por el medio ambiente, sigue ganando espacio en la Argentina.
Según datos del último Censo Nacional Agropecuario divulgados por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), a nivel local los establecimientos que llevan a cabo la labor rural bajo el sistema de la agroecología totalizan 5.277 sobre un total de 250.881 explotaciones relevadas, el número de establecimientos constatados demuestra lo atractivo que, en términos económicos, resulta esto de generar alimentos sanos, sin restos de sustancias químicas preocupantes.
A partir de estos datos es posible afirmar que, hoy por hoy, en la Argentina agrícola un creciente porcentaje de establecimientos rurales se inclina por un desempeño que abraza la práctica sustentable.
La mayor parte de estas explotaciones con prácticas agroecológicas se encuentran en la provincia de Buenos Aires; seguida por las provincias de Salta, Jujuy y Misiones.
Esto muestra una tendencia en expansión que se podría ampliar fuertemente de la mano de un plan nacional que estimule la agroecología, el incremento en los proyectos de esa naturaleza puede garantizar enormes oportunidades para la Argentina como país generador de alimentos de mayor calidad.
Entre otros aspectos, este sistema promueve una agricultura basada en la disminución del uso de plaguicidas y excluye la siembra de semillas genéticamente modificadas dado que, esos eventos no mejoran la calidad nutricional de los cultivos y generan diversos problemas para la salud del suelo y de los consumidores.
La agroecología como tal reduce la pérdida de suelo como recurso productivo, estamos hablando de una forma de agricultura que baja los costos para los productores y les asegura independencia comercial a partir de rindes similares o superiores a los de la agricultura que utiliza insumos químicos, promoviendo una disminución progresiva en el uso de plaguicidas y fomentando el uso de semillas de mayor calidad biológica.
Esta actividad fortalece la biodiversidad a partir de concebir la labor en el campo como una interrelación de actividades que exceden al monocultivo, así también propone la estabilidad económica y ecológica del sistema productivo, recupera la noción del campo como un ecosistema interrelacionado, con énfasis en la integración entre comunidades, agricultores, actividad de producción y ambiente.
Su propósito es iluminar la forma, la dinámica y las funciones de esta relación, está implícita la idea que por medio del conocimiento de estos procesos y relaciones los sistemas agroecológicos pueden ser administrados mejor, con menores impactos negativos en el medio ambiente y la sociedad, más sostenidamente y con menor uso de insumos externos.
Por lo tanto, la agroecología es la única ciencia que realmente puede enfrentar los críticos desafíos y complicaciones que la producción agrícola tiene en la actualidad tales como: el cambio climático, el aumento de las temperaturas de los cultivos, la pérdida de los niveles de agua en los suelos, la contaminación de los mismos, la necesidad de mejorar los procesos productivos, el ahorro de energía, la preservación de la agrobiodiversidad entre otras resistencias, que no dejan avanzar en los cambios por y para superar el flagelo del hambre como uno de los grandes problemas ecológicos de la humanidad.
Por Robert Lizarraga
Fuente: economiasustentable