Jair Bolsonaro empuja un cliché geopolítico con reminiscencia a Donald Trump: primero Brasil. Y como hace Trump desde que llegó a la Casa Blanca, el próximo presidente brasileño hará jaque al orden vigente y propondrá a Mauricio Macri que el Mercosurpermita tratados bilaterales al margen del bloque regional.
Eso implica que el Mercosur mutará su esencia, que la negociación con la Unión Europea puede encallar y que Brasil recupera su liderazgo en América Latina, tras la crisis institucional que hundió su economía, su sistema de partidos y su rol en el cono sur.
La definición exacta del Mercosur significa que sus cuatro socios –Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay—no pueden hacer acuerdos comerciales excluyendo a sus aliados regionales. La pretensión institucional era que un bloque sólido en América Latina permitía negociar con mayor fortaleza frente a otros bloques o distintas potencias globales. Pero la caída del Muro de Berlín, el ascenso pacífico de China, la debilidad de la Unión Europea –aún antes del Brexit– y la llegada de Trump a la Casa Blanca, reveló que la idea de unir la voluntad de los cuatro países para alcanzar acuerdos que por separado era casi un sueño diplomático.
La aspiración de Bolsonaro, que no disgusta a Macri, consiste en preservar al Mercosur y hacer más laxas sus normas referidas a los acuerdos bilaterales. El futuro presidente del Brasil quiere cerrar sus propios tratados y el Mercosur en su actual dimensión institucional traba sus pretensiones de poder. Si Argentina, Paraguay y Uruguay no encuentran un punto de contacto con el pensamiento nacionalista/proteccionista de Bolsonaro, el Mercosur se transformará en una ruina del sistema internacional.
Bolsonaro detenta un pensamiento nacionalista y busca recuperar la influencia de Brasil alrededor del planeta. En este sentido, se parece a Vladimir Putin, que intenta recatar el espíritu del Imperio Ruso mancillado por Mihail Gorbachov y su estrategia de la Perestroika. Pero el presidente del Brasil repite también conductas geopolíticas de Trump, que pretende un nuevo orden global semejante a su voracidad política y a una matriz económica que no se ajusta al siglo XXI. Y para cerrar el complejo circuito ideológico que sostiene a Bolsonaro, está su intención de abrir la economía de manera individual y con países que aguardan mejorar los términos de intercambio comercial con Brasil.
Entonces, durante su primer viaje al exterior en 2019, el presidente argentino se encontrará con un colega brasileño que busca expandir en soledad su poder geopolítico, blindar su mercado interno con antiguas medidas proteccionistas y cerrar acuerdos bilaterales que pueden significar la decadencia del Mercosur.
En sus negociaciones con Bolsonaro, Macri extrañará su agenda diplomática de principios de 2018: en esa época, viajaba a Davos con una economía que funcionaba y se encontraba en París con Emmanuel Macron para avanzar en la firma del tratado Mercosur-Unión Europea (UE). Ahora, de esa agenda multilateral, quedaron unas pocas imágenes ajadas por la realidad política.
Venezuela causará tensión diplomática
Es probable que Macri y Bolsonaro encuentren un punto común para relanzar el Mercosur y evitar que la negociación con la UE termine en nada. Pero sin dudas, habrá diferencias tácticas para resolver la crisis venezolana. Ambos mandatarios coinciden en la necesidad de terminar con el régimen populista de Nicolás Maduro, que causó una crisis social, económica y humanitaria inédita en la historia de América Latina. Macri y Bolsonaro consideran que el ciclo de Maduro concluyó y ya denunciaron el fraude electoral que permitió la nueva reelección presidencial del discípulo más voraz de Hugo Chávez. El 10 de enero, Maduro renueva su mandato por otros seis años.
En este contexto, Macri considera la posibilidad de reducir la categoría de la representación diplomática en Caracas, pese a la resistencia de la oposición venezolana que busca evitar que jugadores internacionales con volumen propio –Argentina, México, Canadá, España, Brasil y Estados Unidos– asuman sanciones políticas que sólo servirían para aislar al régimen populista y facilitar la consolidación del poder interno de Maduro.
Si Macri aún duda respecto a qué táctica utilizar frente a la decisión de Maduro de extender su presidencia hasta 2025, Bolsonaro está alineado con Trump y jugará en tándem con la Casa Blanca. El presidente de los Estados Unidos quiere desalojar del poder a Maduro y todas las opciones están sobre la mesa (desde un nuevo torniquete financiero y económico hasta la invasión militar). Y Bolsonaro no dudará en plegarse a Washington, cuando suenen los tambores en el Salón Oval.
Para Trump, Maduro es el challenger ideal en su agenda de American First. El líder populista abrió Venezuela a inversiones chinas y rusas, aceptó cientos de asesores cubanos y tiene incontables recursos energéticos. Trump observa a Venezuela como uno de sus argumentos políticos básicos para obtener la reelección presidencial, y Bolsonaro sabe que sumar a Brasil en este movimiento táctico le otorgará una ventaja geopolítica formidable.
Macri no tiene razones para cambiar su posición diplomática sobre Venezuela. Fue el primero en denunciar a Maduro y empujó en soledad una agenda diplomática que siempre privilegió la situación social de los venezolanos ante la insistencia americana de castigar sin atenuantes al régimen populista.
El eventual plegamiento de Bolsonaro no debería confundir a Balcarce 50: Trump tiene a Macri como su aliado regional (además de su reconocida amistad) y la Casa Blanca no exigirá una relación carnal ante la debilidad económica del gobierno de Cambiemos. Ya no se aplica el Decálogo de Washington, y Macri no es Menem.
La posición de Bolsonaro con Venezuela añadirá más tensión al Mercosur. Argentina será presidente pro tempore del Mercosur cuando asuma Maduro, y Uruguay ha exhibido con este líder populista una postura siempre conciliadora. Entonces, la situación interna del bloque regional no será univoca: Brasil junto a Estados Unidos, Argentina en una posición intermedia apoyada por Paraguay y Uruguay junto a Maduro alegando el concepto de la libre determinación de los pueblos, cuando se sabe que el sucesor de Chávez venció con la oposición perseguida por sus fuerzas de seguridad e inteligencia.
El 16 de enero, Macri se encontrará en Brasilia con Bolsonaro. Comenzará una nueva etapa en la relación bilateral entre Argentina y Brasil. Un ciclo protagonizado por un líder nacionalista y un presidente que busca su reelección atado a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Puro realismo mágico, en tiempos de Trump y Xi Jinping, el líder chino que planifica desalojar a Estados Unidos como primera potencia mundial.
Infobae