Por Robert Lizárraga
América Latina se proyecta como una de las regiones del mundo donde los efectos e impactos del cambio climático, como las olas de calor, la disminución del rendimiento de los cultivos, los incendios forestales, el agotamiento de los arrecifes de coral y los eventos extremos, serán más intensos.
Esta región enfrenta y seguirá enfrentando graves crisis socioeconómicas debido a estos eventos hidrometeorológicos. En los últimos tiempos esto se ha visto agravado por el impacto de la pandemia de COVID-19, cuya recuperación será un gran desafío.

El cambio climático y los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, han provocado un aumento de las catástrofes naturales en los últimos 50 años, impactando de forma desproporcionada en los países más pobres, según han declarado en un informe la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR).
El informe es contundente al asegurar que poner límites el calentamiento global por debajo de 2,0 grados centígrados, según lo dictaminado en el Acuerdo de París, es vital para reducir los riesgos en una región que ya enfrenta asimetrías económicas y sociales para su desarrollo de manera sostenible, es claro al señalar que hay fuertes efectos relacionados al aumento de temperaturas, cambios en los patrones de precipitación y tormentas, así como un marcado retroceso de los glaciares.

La agencia de la ONU lanzó además un mapa virtual que recoge las principales conclusiones, impactos y requerimientos para la adaptación y la resiliencia, debido a que la sequía generalizada tuvo un impacto significativo en las rutas de navegación, el rendimiento de los cultivos y la producción de alimentos, lo que provocó un empeoramiento de la seguridad alimentaria en muchas áreas.
En América del Sur los impactos fueron extremos. La intensa sequía en el sur de la Amazonia y la región del Pantanal fue la peor de los últimos años. Los déficits de precipitación son particularmente graves para la región del Caribe, ya que varios de sus territorios se encuentran en la lista mundial de países con mayor estrés hídrico.
Un monzón débil en América del Norte y temperaturas de la superficie del mar más frías de lo normal a lo largo del Pacífico oriental, asociadas con La Niña, provocaron graves sequías en México.
Hacia fines del año pasado, las intensas lluvias provocaron deslizamientos de tierra e inundaciones repentinas en las zonas rurales y urbanas de América Central y del Sur.
Las pérdidas económicas aumentan a medida que se incrementa la exposición a los desastres meteorológicos. Pero, detrás de las crudas estadísticas, se esconde un mensaje de esperanza, las mejoras de los sistemas de alerta de peligros múltiples han permitido reducir considerablemente la mortalidad. A pesar de esto es necesaria una mayor cooperación internacional para hacer frente al problema crónico del enorme número de personas que se ven desplazadas cada año por las inundaciones, las tormentas y la sequía.
Fuente: https:news.un.org