Cada año, el 22 de mayo, se celebra el Día Mundial de la Biodiversidad, fecha señalada en el Calendario para concientizar al mundo sobre la importancia de proteger los recursos biológicos y la biodiversidad global que conforman la naturaleza, en ella las diferentes especies de plantas, animales o microorganismos que existen, así como la enorme variedad de ecosistemas que forman nuestro planeta.
Los recursos biológicos son los pilares que sustentan las civilizaciones, si bien cada vez somos más conscientes de que la diversidad biológica es un bien mundial de gran valor para las generaciones presentes y futuras, el número de especies disminuye a un ritmo acelerado, debido a la actividad humana.
La importancia de la educación y la conciencia pública sobre esta amenaza, es lo que género que se decida proclamar la celebración de este Día Internacional de la Diversidad Biológica cada año, ya que la existencia de los Días Mundiales radica en la necesidad de dar visibilidad a un problema que necesita ser afrontado con determinación. Aunque en el caso de la biodiversidad, cada año son peores los datos sobre su deterioro y más urgente la necesidad de tomar medidas para detenerlo.

A medida que la comunidad global debe reexaminar su relación con el mundo natural, una cosa es cierta: a pesar de todos nuestros avances tecnológicos, dependemos por completo de ecosistemas saludables y vibrantes si queremos disponer de agua, alimentos, medicamentos, ropa, combustible, refugio y energía, solo por nombrar algunos ejemplos.
La pérdida de esta diversidad amenaza todos estos ámbitos, incluida nuestra salud. Existen pruebas de que perder nuestra biodiversidad podría aumentar los casos de zoonosis, que son enfermedades transmitidas de los animales a los humanos mientras que, por el contrario, si conseguimos mantenerla estable, esta podría ser una gran herramienta en la lucha contra pandemias como la causada por el coronavirus, lo cual nos obliga a reconsiderar el papel protector de la biodiversidad para el futuro del ser humano, ya que a sus múltiples beneficios se suma uno clave: nos protege de enfermedades infecciosas.

De hecho, el 70% de las infecciones emergentes en los últimos años han sido casos de zoonosis. Como en este proceso de contagio en la naturaleza suele haber varias especies implicadas, el deterioro en la biodiversidad y la extinción de muchas de ellas aumenta las posibilidades de que estos patógenos lleguen al ser humano.
Por eso, mientras la OMS nos pide prepararnos para posibles escenarios inesperados, los científicos insisten en que lo mejor para el ser humano y para la estabilidad del planeta es rodearnos de ecosistemas saludables, funcionales y ricos en especies.
Este año 2021, el organismo internacional ha querido cambiar el foco y recordarnos a la humanidad que nosotros también, y de manera determinante, “somos parte de la solución”, que la respuesta no está solo afuera y que sin el compromiso de cada uno de los seres humanos que vivimos en el planeta, la restauración del equilibrio de los ecosistemas será una absoluta quimera.
Por Robert Lizárraga
Fuente: sostenibilidad.com