Unos 16 años atrás, el 30 de diciembre de 2004, un incendio arrasó con el boliche República Cromañón, en el barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires, durante un recital de la banda de rock Callejeros.
Este incendio provocó la peor tragedia mundial en la historia de la música de rock y una de las mayores tragedias no naturales en Argentina: dejó un saldo de 194 muertos y al menos 1432 heridos. Julián Rozengardt, que tenía 18 años y era oriundo de General Pico, fue una de las víctimas fatales. Su hermana Alejandra, periodista de la ciudad norteña, envió una sentida carta en la que recuerda al joven pampeano.
Durante muchos años, después del 1° de enero del 2005, tuve un sueño constante. Corría por una calle desierta, pero no avanzaba. Adelante mío estaba mí hermano. No entendía por qué él sonreía tan contento y yo, en cambio, lloraba sin querer. No entendía por qué corría y no avanzaba. Después, dejé de soñar. Y empecé a recordar.
Cuando Juli nació yo tenía cuatro años y pasó a ser mí Joly Bell. Juli se sentaba muy aplicado mientras yo en mí pizarrón lo obligaba a leer, porque yo llegaba de la escuela y tenía que enseñarle todo lo que había aprendido, aunque tuviera que enojarme mucho, pero siempre le decía que gracias a mí era tan inteligente. Eso de ser hermano menor trae sus consecuencias.
¿Cómo era Juli? ¿Qué recuerdo de él? Los recuerdos no son cronológicos. Unos días antes del 30 de diciembre compartimos mucho tiempo. Tuvimos una charla caminando de noche cerca de la casa de papá. Me propuso que nos hagamos un tatuaje juntos. El tenía una estrella roja en su pierna. Hoy está replicada en algunos de nosotros. Me contó lo enamorado que estaba de su novia y el deseo de ayudarla a estar bien.
Juli había cumplido 18 años en noviembre. No recuerdo si me contó que quería estudiar. Pero para él , todo lo que tuviese que ver con lo formal le parecía absurdo. No le gustaban las reglas, siempre las rompía. Juli era un rebelde.
Le encantaba la música, sus amigos eran sus hermanos. Tenía diversidad de amigos y amigas, de esas amistades que se defienden y se cuidan. Durante diciembre de 2001 estuvo en la calle. Como tantas veces, luchando por lo justo. Y no tengo dudas que hoy estaría militando junto a las mujeres, las disidencias, siempre contra el poder, contras las injusticias.
Nosotros éramos amigos, de esos que no se juzgan, de esos que festejan la felicidad del otro, de esos que se admiran.
El esperó que todos estuvieramos juntos. No pudo más, su corazón dijo basta ese mediodía del 1 de enero. Y yo tengo muy borrosos esos recuerdos, pero ese momento lo tengo grabado en mí cabeza, las imágenes de mis viejos, de mis abuelos. Mí abuelo Juan me abrazó y no me soltó hasta que tuvimos que despedirlo.
Por mucho tiempo no entendí lo que estábamos viviendo. Hoy estoy segura de que nos salvamos entre todos los familiares, y no hablo solo de mí familia, sino de todos los familiares de los chicos y chicas que murieron en Cromañón. Nos encontramos en el dolor y en el pedido a los gritos de justicia.
Muchas veces me encuentro mirándome al espejo y mirando una foto de Juli.
Mi cara cambió en estos 16 años, su cara es siempre la misma. Juli tiene 18 años y esa sonrisa tan linda, esos ojos brillantes.
Cuando me preguntan cuántos hermanos tengo, siempre mi respuesta es tres. Y no tengo que pensarla. Tengo tres hermanos que son mis amigos y el amor siempre es más que el dolor.
A veces me preguntan qué creo que estaría haciendo Juli hoy. Y la verdad que no sé, pero estoy segura de que sería un tío dulce, compinche y peleador. Probablemente estaría viajando, viviendo como tuviera ganas. Pero eso me lo imagino. La verdad es que mi Juli tiene 18 años y siempre es mí hermanito.
¡Los chicos y chicas de Cromañón presentes siempre!
Fuente Diario Textual