El lonko Pedro Coria participó en la Audiencia Pública por el río Atuel

Una disputa de años entre Mendoza y La Pampa por el río Atuel  llevó  a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a una delegación del pueblo ranquel, entre quienes estuvo presente el presidente del Consejo Provincial de Lonkos de La Pampa, y lonko de la Comunidad Nahuel Auca Pedro Coria.

La delegación indígena estuvo integrada por Carlos Campú, Pedro Coria, María Inés Canuhé, Oscar Huala y Nazareno Serraino y formó parte de una nutrida “embajada” pampeana encabezada por el gobernador Carlos Verna.

En primer lugar habló Carlos Campú, “Gobernador Ranquel” en La Pampa. Saludó a los jueces, se presentó como Lonko Che de la Nación Rankulche y comenzó leyendo su discurso.

“Yo no tengo estudios, poco de lectura sé. Les voy a hablar de lo que yo sufrí y de haber vivido junto a mis familiares muy cerca y hasta a muchas veces yendo a buscar el agua al río Atuel. Agua dulce para los animales y hasta para el consumo nuestro, de las personas”, indicó.

“Teníamos muy buenas pasturas cuando corría el río, muy buenas pasturas para las chivas, para las ovejas que eran los animales que más se tenían. También para los caballos. Después empezó a notarse cada vez más la falta de agua. Yo escuchaba a nuestra gente comentar que no había humedad en el aire y que por eso no iba a llover. Porque la gran humedad que generaban los espejos de agua de los bañados eran las que producían las tormentas, según lo que ellos comentaban. Y esto no era por estudios, sino por su conocimiento natural”.

“Por eso vengo acá a exponer… un poco a contarles de lo que yo seguí viviendo. Fui creciendo y sigo viviendo en esa zona porque había que estar porque es nuestro lugar. Es nuestra tierra y es nuestra agua que Genechen (Dios) nos dio. ¿Por qué lo tienen que cortar al río?, ¿nada más porque hay técnicas de riego? Muy lindo… a mí me encanta la tecnología, pero para trabajarla bien, de forma ordenada y compartida”.

“Por eso yo me siento a veces mal, cómo puede ser que tantos hermanos ranqueles se tuvieron que ir. Se tuvieron que ir del lugar porque empezó a faltar el pasto y ya no podíamos tener ni 20 chivas. Los campos ya tenían menos pasto para el consumo de los animales”.

 «Los que tenían más animales podían quedarse con más hectáreas y así podían aguantar la falta de pasto. Nosotros no teníamos tampoco propiedad, que sería un documento  (…) Después cuando vino el corte y el río se fue convirtiendo en un basurero en vez de ser un río con agua. Y nuestras casas en vez de ser hogares se convierten en taperas y en poco tiempo no queda nada porque son toldos de yuyos”.

“Nosotros queremos con nuestros hermanos ranqueles que el río vuelva a correr por su cauce. Para poder seguir y mejorar nuestra calidad de vida, eso que se habla tanto, el mejoramiento de la calidad de vida”.


«La falta de agua nos obliga a migrar»                                                          

A su turno Pedro Coria, presidente del Consejo Provincial de Lonkos de La Pampa, tomó la palabra para leer su discurso.

“La falta de agua nos está obligando paulatinamente a migrar, insistimos, por segunda vez en nuestra historia. Efectivamente, hasta el año 1947 el Oeste pampeano era un lugar digno para vivir y para que continuáramos con nuestras tradiciones y transmitiendo nuestra cultura. Había fauna en cantidad: perdices, martinetas, ñandúes, liebres, vizcachas, piches; había también muchos peces y aves acuáticas y el verde campeaba por todas partes”.

“ Las chivas, las ovejas y los caballos eran todos gordos. Las chivas daban cabritos y abundaba la leche para nuestro consumo, fabricábamos quesillos en incluso podíamos comercializar el excedente en el pueblo. Pero cuando el pueblo ranquel comenzó a recuperarse después del genocidio de la conquista nos sacaron el agua”.

“La vida autosustentable no podía seguir, comenzamos a depender de la fauna que cada vez estaba más lejos, más escasa. Los estómagos de nuestras familias no nos daban tregua. No había trabajo ni había dinero. La leche era cada vez más escasa, más aguada. Las chivas y las ovejas se fueron muriendo de hambre ante la falta de pasto. Un millón de toneladas de pescado que se extraía de la laguna “La Dulce” cerca de Puelches se terminó; la flora y la fauna gravemente afectadas. El ecosistema y el medio ambiente heridos de muerte, al final, no quedó nada”.

“Mendoza tendrá que acceder a encontrar una solución. Los ranqueles y todos los pampeanos decimos: queremos que nuestro territorio vuelva a ser el que fue; por lo tanto, el agua debe volver”, planteó.

 “Ningún Estado debe gestionar el uso y aprovechamiento del agua si no es coordinado y armónico y sin considerar el carácter social que el agua como derecho humano tiene»,aseguró Coria.

«El uso y abuso del agua que se dispuso de manera inconsulta entre Nación y Mendoza, fue un manejo arbitrario que diezmó nuestra comunidad, dañando severamente no sólo a nuestra Ñuke Mapu y a nuestros peñis, sino que asestó el terrible golpe que obligaría finalmente a nuestra gente a la desintegración social y cultura”, manifestó.


 Calidad de vida

“Para cerrar, si esta Corte Suprema reconoce el planteo de la provincia de La Pampa, de la cual formamos parte como pueblo originario preexistente, al verse mejorado el ecosistema y con ello la tierra se avizorará la mejor calidad de vida de nuestro pueblo”.

 “A través de ello se estaría restituyendo nuestro derecho a vivir en un ambiente sano y devolver a nuestra Madre tierra lo que le han quitado, que es el río y el agua por el cual corría naturalmente. Hoy día, acceder al derecho humano del agua representa para nuestro pueblo poder reorganizarnos a través de nuestra cosmovisión, plenamente en contacto y constante cuidado de nuestra Ñuke Mapu”.

“Por el contrario, si esta Corte nos niega ese derecho, cuya recomposición es intentada mediante la acción implementada por la provincia de La Pampa, el pueblo nación rankulche seguirá inmerso en un desastre ecológico que afectó a las generaciones pasadas, padecen las presentes y sufrirán las futuras».

                                                                                                       Por Daniel Pincén