Un parerense radicado en Córdoba relató en primera persona el cierre definitivo de su hostel tras 3 meses de parálisis

«QEPD. Aquí yacen los restos de una pyme Argentina. No resistió 90 días de proscripción. Gracias políticos por haber hecho esto», es la frase que se puede leer en un cartel que Gabriel González, uno de los dueños de «Happy Hostel», puso en la fachada del edificio ubicado en pleno corazón de barrio Nueva Córdoba.

El 20 de junio decidieron cerrar sus puertas, en medio de la crisis generada por la pandemia.

Después de ocho años en el rubro, y luego de estar paralizado por tres meses y con muchas deudas por afrontar, decidió ponerle punto final al emprendimiento.

«Esto es lo que queda de Happy Hostel. Soy una representación de las miles de pymes que están así. De hecho que charlando con colegas todos me comentan la misma situación», dijo el parerense Gabriel Gonzalez a La Voz.

«Nos tenemos que comer el error de una manga de inoperantes que nos han empujado a estar 100 días en una cuarentena, que si se hubieran hecho las cosas bien al principio, no estaríamos como ahora, de rodillas», opinó.

Gabriel culpó a «todos los políticos» y manifestó que «bajó los brazos por primera vez».

“Los impuestos son más caros que un usurero. Me sale más barato pagarle a un usurero que pagar la luz”, dijo visiblemente molesto.

Antes, en una nota a El Doce, había manifestado: “Estuvimos con Cristina, con Macri, pero ahora no la podemos pelear porque no hay horizonte. ¿Cuándo la gente va a venir a un hostel? Los chicos ahora se reciben por internet. ¿Cuándo va a volver la gente a la pileta? La culpa es de estos hijos de puta (sic) que se encargaron de hacer sistemáticamente todo mal. Desde 1983 hacen todo mal”, lanzó.

Gabriel tiene deudas por un valor a medio millón de pesos y la ausencia de viajeros en sus instalaciones hizo que tome esta medida.

“Todos los índices van empeorando. Los créditos que hay son todas mentiras. Cuando me llega la boleta de Epec la mitad son impuestos, impuesto al muerto. Recibí más ayuda de los privados. De la parte pública lo único que recibo son impuestos”, se quejó.

El hostel comenzó a desmantelarse lentamente: «Se está vendiendo al menudeo. Es una descapitalización de un negocio que nos costó años», detalló, y concluyó: «Es alargar la agonía porque como hostel no te podés reinventar. ¿Qué íbamos a hacer comida para que sigan cerrando las rotiserías? ¿Una verdulería cuando tengo una al lado? ¿Para qué, para matarlos a ellos? No hicieron las cosas bien en su momento y ahora ya es tarde», manifestó.

Fuente La Voz