CONCIENCIA AMBIENTAL: Amazonia: Arde la conciencia del mundo

Por Robert Lizárraga

A todos nos horroriza ver el rápido aumento de la destrucción de la selva amazónica. El destino de la humanidad descansa sobre la misma, es el bosque tropical más grande del mundo, un tesoro ecológico amenazado por la creciente deforestación y los incendios forestales. 

La cuenca del Amazonas, que abarca millones de kilómetros cuadrados, cubre casi el 40% de América Latina y se extiende por nueve países,gran parte está en Brasil, estas zonas protegidas albergan un santuario de biodiversidad único en el mundo.

Una cuarta parte de las especies de la Tierra se encuentran allí, es decir, plantas, peces, aves, mamíferos, reptiles e insectos, contiene un tercio de los bosques primarios del mundo y, a través del río Amazonas y sus afluentes, proporciona el 20% del agua dulce no congelada del Planeta.

Es la mayor floresta tropical del mundo y representa poco más de la mitad del bosque húmedo que existe, el cual junto con las plantas marinas es clave para la generación de oxígeno.

Los incendios que se expanden en la Amazonia, con especial incidencia en Brasil, pero también en Bolivia y Perú, disparan alarmas en el mundo por la importancia medioambiental del que es considerado como el mayor pulmón vegetal del planeta, un paraíso ecológico que, en parte, está en llamas por causas no aclaradas, pero vinculadas a la sequía, la emergencia climática y la deforestación provocada por el ser humano.

Los incendios generan un círculo vicioso de degradación de los ecosistemas y pronunciada pérdida de la productividad natural, las más de dos semanas de fuego en la Amazonía, aumentan el reto y el desastre, ya que bosques maduros y vírgenes que absorbían y retenían dióxido de carbono se queman y no solo perecen árboles, sino miles y miles de animales de una cifra indeterminada de especies.

Por lo tanto, hay menos árboles ahora para absorber y almacenar los gases de efecto invernadero, y más dióxido de carbono que quedará en la atmósfera.

Restituir la cubierta forestal dañada, bajo la feliz suposición de que haya políticas coherentes, decididas y efectivas, tomará muchos años.

Esto se suma a una triste y absurda estadística: la deforestación cuesta al planeta, a nuestro presente y nuestro futuro, que será el presente de nuestros hijos, 15 000 millones de árboles cada año, destruyendo ecosistemas y hábitats de especies animales y vegetales que, en muchos casos, son condenadas a la extinción.

Para modificar este destino es imprescindible una ciudadanía responsable, informada y activa que participe y muestre el camino con su voto y su acción, ya sea sembrando árboles o no usando plásticos, como no avalando políticas que consideren el cambio climático una “conspiración” o un invento para frenar el “desarrollo”.

Lo fundamental sigue siendo detener la deforestación, no perder lo que tenemos y dilapidamos con negligencia casi criminal, como sucede ahora mismo en la Amazonía y en otros puntos del planeta.

Solo nos queda confiar en que líderes políticos y económicos dejen de jugar a las guerras y cambien la lógica de conflicto y depredación por la de colaboración; y se logre un consenso mundial que abra paso a una acción colectiva coordinada bajo los principios de la concertación y la paz.

“El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a si mismo».  (Jefe Seattle, de la tribu Suquamish).

Por Robert Lizárraga

Fuentes consultadas: Amazonia, Bosques, Brasil, Calentamiento Global, Desastres Naturales, Ecología, Fotografía, Incendios forestales, Política ambiental.Dany Extremera San Martín